Yo tenía 15 años, ella 40.
Se llamaba Rosamari, mi ama de llaves.
Guapa, guapa, una morena, 1,70
y unas piernas pura fibra de Algodonales.
Entró en mi habitación con su blusa embutida,
tacones, falda y medias tupidas.
Sentí un escalofrío, las manos me sudaban,
era una sensación totalmente nueva.
¿La conclusión que saco de ese bello suceso?
La primera vez en mi vida que siendo rico estaba tieso
Cádiz, columnas de plata.
Cádiz, la noble y leal.
Cádiz, ruina que empapa
su salada majestad.
Cádiz, la chusma selecta
que sobrevive en el sur.
Cádiz, vieja princesita
que baña a sus criaturitas
a pobres y ricas en el agua bendita
de su sangre azul.